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Lo importante es seguir pedaleando

By Eric Farnsworth

In an op-ed for ElTiempo.com, COA's Eric Farnsworth argues that the recent implementation of the U.S.-Colombia free trade agreement is the beginning of what should be a broader strategy of commercial expansion within the region, and with Asia. (en español)

La entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Colombia es un logro muy significativo para ambos países, pero marca el comienzo y no el final del esfuerzo por llevar los beneficios del libre comercio a Colombia y por posicionar al país de manera que pueda competir efectivamente en el contexto de la economía global.

El TLC es importante para Estados Unidos por razones comerciales y también geopolíticas: estimulará las exportaciones a la que, hoy por hoy, es la tercera economía suramericana, al tiempo que fortalecerá una relación que de por sí es estratégicamente importante. Sin el TLC, los productores estadounidenses seguirían perdiendo participación en el mercado -particularmente en el sector agrícola- frente a naciones como Canadá, Brasil e inclusive Argentina, no obstante la afinidad natural que los colombianos sienten por los productos y los mecanismos de negocios de los EE. UU.

Desde el punto de vista colombiano, el acuerdo se ajusta perfectamente a la estrategia de aumentar la confianza de los inversionistas y atraer un mayor volumen de capital externo. Como lo mencionó el embajador ante Washington, Gabriel Silva, al hablar este martes en la sede del Consejo de las Américas en Washington, el TLC proporciona unas certezas a la comunidad de negocios que no existían con las anteriores disposiciones comerciales, así como un marco que permite resolver diferentes asuntos, a medida que se vayan presentando.

En los últimos 20 años, los exportadores colombianos se beneficiaron de preferencias comerciales unilaterales que requerían reautorización por parte del Congreso norteamericano, un proceso incierto por naturaleza, como quedó demostrado cuando el programa expiró el año pasado. En contraste, el TLC va a proporcionar un marco permanente para el aumento del comercio y, en palabras del propio embajador Silva, un poderoso catalizador para la inversión en infraestructura y otras áreas prioritarias para Colombia.

Aun cuando la administración del presidente Santos ha trabajado para diversificar las relaciones comerciales, el acuerdo con su principal mercado importador y exportador representa también un reconocimiento tangible del éxito en general que ha tenido el país. Tal como lo mencionó recientemente el periódico británico Financial Times, Colombia ha pasado de ser un campo de batalla a convertirse en un dinámico centro de inversión.

El compromiso de Colombia con el libre comercio es admirable, particularmente en el contexto de la actual tendencia suramericana hacia el proteccionismo. Además de implementar el TLC, Colombia se ha unido a Chile, México y Perú en la Alianza del Pacífico, un esfuerzo ambicioso y estratégico para profundizar la integración entre las economías más abiertas de la región. Las cuatro naciones han acordado completar a corto plazo el programa de eliminación de barreras que permita el intercambio de mercancías y servicios.

No obstante, la expansión del comercio que se traduce en crecimiento se parece mucho al acto de montar en bicicleta: si uno deja de pedalear, se cae. Si bien Colombia está en todo su derecho de celebrar la implementación del TLC y ha emprendido el proceso de aprovecharlo en todo su potencial, hay excelentes oportunidades aguardando al país en la Cuenca del Pacífico. De hecho, el reciente viaje del presidente Santos a China y a Singapur confirmó la legítima ambición de Colombia de convertirse en un mercado emergente en el Pacífico y en un jugador de talla global.

La participación del país en las actuales negociaciones para establecer el Acuerdo Estratégico Transpacífico (conocido como TPP por sus siglas en inglés) sería la progresión lógica, dado que es la oportunidad más prometedora y de más alto nivel de expandir el comercio en el hemisferio y el área Asia-Pacífico. A tiempo con el ingreso de México y Canadá, Colombia ayudaría a equilibrar la balanza, de manera que el TPP se convierta en un verdadero acuerdo Pan-Pacífico, y no en una iniciativa principalmente enfocada en Asia. Más aún, la participación de Colombia en el TPP crearía una masa crítica que impulsaría a otras naciones a unirse al esfuerzo de construir una agenda más amplia de integración.

Naturalmente, desde el punto de vista financiero, la participación integral de Colombia en el G-20, así como en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, sería un reconocimiento muy importante del progreso que el país ha hecho desde el punto de vista económico y político. Así mismo, garantizaría que la ortodoxia económica aplicada por Colombia y su excepcional ejemplo como una nación partidaria del libre comercio le presten un mayor servicio a la comunidad global.

La implementación del TLC entre Colombia y Estados Unidos es motivo de celebración en Washington y en Bogotá. Con la estabilidad que proporciona, ambos países pueden esperar que se abran nuevas e interesantes oportunidades comerciales. En un sentido más amplio, Colombia ha reafirmado su admirable papel como un líder regional y global en el esfuerzo de mantener el rumbo de la integración, en medio del aumento del proteccionismo. El futuro de Colombia nunca ha sido tan prometedor.

Eric Farnsworth es Vicepresidente del Consejo de las Américas.

Kezia McKeague, Directora de Relaciones Gubernamentales del Consejo de las Américas, contribuyó a esta columna.

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