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La elección anticlimática

By Eric Farnsworth

El Vice Presidente de AS/COA Eric Farnsworth escribe para El Tiempo de Colombia que no habrá cambios significativos en la política externa de Estados Unidos hacia Latino América y el Caribe aunque la salud fiscal del país es crucial para el fortalecimiento económico de la región.

¿Se imaginan una elección para presidente, Cámara y un tercio del Senado en la que se gastan 6.000 millones de dólares a lo largo de más de dos años, y a fin de cuentas todo queda exactamente como al principio? Eso es esencialmente lo que acaba de ocurrir en Estados Unidos. Hoy los norteamericanos se despertaron con que el control de la Casa Blanca y de las dos cámaras legislativas permanece como estaba antes de la elección, que, de acuerdo con lo que muestra el voto popular, el país está nítidamente dividido, y con que, dada la naturaleza de la campaña presidencial, que esta vez se concentró en generalidades y en difamaciones, el nuevo gobierno no ha recibido un mandato claro para resolver los enormes y difíciles problemas que aquejan a la nación.

Estos son tiempos interesantes para Estados Unidos y, como suelen desearles los chinos a sus enemigos, se van a poner todavía más interesantes.

De entrada, Estados Unidos va a tener que ocuparse del llamado "precipicio fiscal", la confluencia de alrededor de 500.000 millones de aumentos automáticos de impuestos y cortes de gastos, que va a entrar en efecto al comienzo del año, a menos que sea tomada alguna acción para evitarlo. De modo más amplio, el país va a tener que encontrar una manera de aliviar sus 14 billones de dólares de endeudamiento, precisamente cuando la generación del 'baby boom' está a punto de jubilarse, contando con las pensiones que le han prometido. Pensiones que, es bueno recordar, van a tener que ser costeadas por trabajadores más jóvenes que ya tienen problemas para encontrar empleo en una economía estancada, y cuyas perspectivas de largo plazo son -por primera vez en la historia- peores que las de sus padres. Las implicaciones de esta inminente transferencia de riqueza de una generación a otra son pasmosas.

Hay otras acciones importantes, incluyendo la renovación de la ley agraria, la reforma migratoria y otras iniciativas de política exterior, que fueron archivadas hasta que pasara la elección, y sobre las que ninguno de los dos lados quiso tomar posición en tanto no se cerraran las urnas.

Como resultado, muy poco se dijo sobre estos temas durante la campaña, y no hay un mandato sobre las acciones específicas que se deben tomar para resolverlos. Con un electorado dividido y resentido, el ambiente en Washington se volverá más corrosivo, a no ser que la Casa Blanca y los líderes del Congreso encuentren, por el bien del país, formas de salir adelante. El absolutismo, especialmente en temas de impuestos y gastos, debe ser remplazado por un acuerdo; y es imprescindible trabajar activamente para crear ese gran pacto.

Entre tanto, surgen preguntas sobre el impacto de las elecciones en las políticas hacia Latinoamérica y el Caribe. Para resumir: habrá pocos cambios. Estados Unidos continuará dándoles prioridad al Medio Oriente y a Europa, al tiempo que enfoca su atención en Asia. Aquellos con más posibilidades de ocupar el cargo de Secretario de Estado y otros puestos claves en política exterior durante la segunda administración de Obama no tienen experiencia o tienen poco interés en Latinoamérica, lo que dejará  el manejo de esos asuntos a los funcionarios de carrera. La administración seguramente reaccionará a eventos en la región cuando se requiera, como por ejemplo si se producen cambios en Cuba o en Venezuela, dado el estado de salud de sus respectivos líderes. También se ocupará de temas más marginales, como la disputa con México por los tomates, o con Brasil por el algodón. Pero una política más amplia y proactiva que incluya temas de comercio es improbable.

Sin embargo, eso no quiere decir que los resultados de estas elecciones sean intrascendentes para Latinoamérica y el Caribe. Independientemente de las acciones específicas que se tomen con respecto a la región, es importante señalar que lo mejor que Estados Unidos puede hacer por el área es fortalecer y hacer crecer su propia economía. La salud de Estados Unidos es crucial para las naciones de la región, inclusive para aquellos países como Brasil, Chile y Perú, para los cuales China se ha convertido en su principal socio comercial. Una economía estadounidense robusta  absorberá más productos exportados desde Latinoamérica -incluyendo servicios turísticos-, aceptará más trabajadores que envíen remesas de vuelta a sus países y creará riqueza que será usada para inversiones en el exterior.

La conclusión  para Latinoamérica y el Caribe es que no se pueden esperar muchos cambios a raíz de la elección de ayer. Hay que seguir trabajando para promover políticas que son convenientes y hacer un esfuerzo para cambiar las que no lo son. Más importante aún es hacer lo posible para apoyar la reactivación de la economía norteamericana, que, al fin y al cabo, sigue siendo el motor del crecimiento en el hemisferio.

*Eric Farnsworth es vicepresidente y jefe de la oficina de Washington de Americas Society y el Council of the Americas.

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