NAFTA negotiators U.S. Trade Rep Robert Lighthizer, Canadian Foreign Minister Chyrstia Freeland, and Mexico's Economy Secretary Ildefonso Guajardo in Ottawa.

Negociadores Robert Lighthizer, Chrystia Freeland y Ildefonso Guajardo. (AP)

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Punto de vista: Los riesgos de acabar con el TLCAN

By Luis Rubio

El TLCAN constituye un ancla de estabilidad que es clave tanto para la confianza interna como para atraer la inversión del exterior, escribe Luis Rubio de COMEXI.


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La complejidad creciente que experimentan las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha llevado a una serie de discusiones y declaraciones respecto a los escenarios potenciales que arrojaría una situación crítica en las negociaciones mismas o una decisión unilateral por parte del presidente estadounidense Donald Trump de abandonar el tratado TLCAN (NAFTA por sus siglas en inglés). El gobierno mexicano ha ido construyendo una narrativa orientada a evitar que un rompimiento súbito se tradujera en un colapso instantáneo de la confianza y de las expectativas dentro del país, involucrando para ello a diversos líderes empresariales. El objetivo es muy claro y razonable; sin embargo, es fundamental entender qué es lo que está de por medio porque el ánimo nacional se ha alterado de manera radical en las últimas semanas, minimizando la relevancia del TLCAN, a la vez que se adoptan posturas catastrofistas.

  • Lo primero relevante es reconocer qué es el TLCAN y por qué es importante. En una palabra, el TLCAN es trascendente porque constituye un ancla de estabilidad, una fuente de certidumbre que goza de apoyo y reconocimiento internacional. Esa certidumbre es clave tanto para la confianza interna como para atraer la inversión del exterior.
  • El TLCAN fue concebido como un mecanismo a través del cual el gobierno mexicano obtenía una especie de certificado por parte del gobierno estadounidense, éste como garante de que se preservarían las reglas del juego, se mantendría un régimen de liberalización económica y se cumpliría estrictamente con los compromisos asumidos en el texto del TLCAN.
  • En su inicio, el objetivo de aquellas negociaciones no era el comercio, sino una garantía para la inversión. Esa garantía serviría tanto para generar confianza en la preservación del régimen de apertura como en la protección de las inversiones extranjeras. Lo que acabó siendo el TLCAN incorpora estos dos elementos tanto en su texto como en los compromisos políticos que lo acompañaron.
  • En la especulación extrema en que hemos caído en estas semanas se discute no cómo preservar el TLCAN, sino quien debe salirse primero: los norteamericanos si ven que Canadá y/o México no están dispuestos a aceptar sus demandas (muchas de ellas claramente inaceptables) o México como símbolo de congruencia y hombría. La realidad es que, de retirarse el gobierno americano del TLCAN (un escenario que yo sigo creyendo poco probable) para México es crucial sostener la relación con Canadá que, aunque menos relevante en términos tanto económicos como políticos, al menos preserva el régimen legal de protección a la inversión, algo no menor. También, obliga a preservar el marco comercial inherente al TLCAN, que entraña una disciplina interna fundamental.
  • Por otro lado, es imperativo entender la función política del TLCAN dentro de México: su objetivo era limitar dramáticamente la latitud de realizar cambios en materia de política económica en caso de que llegara al gobierno un presidente con una filosofía distinta a la de la liberalización. Es decir, el TLCAN se concibió como un instrumento profundamente político para fines internos. Al TLCAN se debe que no se haya alterado la política económica en 1995 y podría ocurrir lo mismo en un escenario como el de Andrés Manuel López Obrador el año próximo.
  • En otras palabras, el TLCAN constituye un límite (menor al de antes por el efecto Trump, pero límite de todas maneras) a un viraje radical en materia de política económica interna.
  • En este contexto, de terminarse el TLCAN con EUA, es claro que, como se ha argumentado repetidamente en todos los medios, la mayor parte de nuestras exportaciones seguiría teniendo acceso al mercado norteamericano, pero ahora bajo las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), donde tanto México como Estados Unidos se otorgan trato de nación más favorecida, la esencia del comercio internacional donde todas las naciones que participan gozan de los mismos derechos y obligaciones.
  • Sin embargo, el fin del TLCAN (al menos con EUA) sí pondría en entredicho la política económica general puesto que abriría la puerta a la imposición de nuevas, como podrían ser aranceles (que son muy superiores los comprometidos por México ante la OMC que los de EUA), así como otras modificaciones en campos tan diversos como el manejo de los bancos, la política impositiva y fiscal. Es decir, en ausencia del TLCAN, el gobierno se sentiría con plena libertad para favorecer a unas empresas y discriminar en contra de otras, otorgar protecciones, estímulos y subsidios a sus favoritos y, en una palabra, abandonar el régimen de equidad económica que, aunque le falta mucho por resolver todos los problemas del país, constituye la espina dorsal de la actividad económica.
  • Es importante recordar que la economía del país se contrajo en 9 por ciento el año 2009 porque, al caerse las exportaciones debido a la crisis estadounidense, se colapsó la demanda interna y, con ello, el crecimiento. Eso demostró que el TLCAN es el único motor de la economía mexicana. Alterar el marco económico que es connatural al TLC implicaría poner en riesgo al motor de la economía mexicana. No es un asunto menor. Es igualmente importante recordar que el planteamiento nodal de AMLO en materia de política económica consiste precisamente en revertir el marco económico hacia la etapa anterior.

En suma, el riesgo de la terminación del TLCAN no se apreciaría, al menos no al inicio, en el comercio exterior, particularmente en las exportaciones, sino en la capacidad de atraer inversiones del exterior y en la preservación de la confianza interna. El TLCAN es la única fuente de certidumbre con que cuenta el mundo económico mexicano; despreciar su importancia o minimizarla podría tener consecuencias dramáticas.

Luis Rubio es el presidente del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).

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