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Nuevo pragmatismo ciudadano, reto para el Gobierno venezolano

By Christopher Sabatini and Andreina Seijas

Ante estrecha victoria electoral se cuestiona si Nicolás Maduro liderará desde el pragmatismo que los venezolanos han clamado, escribe Christopher Sabatini y Andreina Seijas para El Tiempo.

Desde el momento en que anunció la muerte de Hugo Chávez, Nicolás Maduro tenía todas las de perder en las elecciones del 14 de abril. Sea cual sea el resultado del recuento de los votos propuesto por el candidato de la oposición, el 50,7 por ciento alcanzado por el sector oficialista ofrece una señal indiscutible de debilitamiento.

Maduro tenía todo a su favor: acceso ilimitado a los recursos públicos (dinero, vehículos, las Fuerzas Armadas), los ingresos de Petróleos de Venezuela (PDVSA), el control casi absoluto sobre los medios de comunicación, y la herencia del caudal de simpatía de los fieles seguidores de Chávez, quien el 8 de diciembre lo nombrara su sucesor.


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A pesar de todas esas ventajas, el resultado de esta contienda electoral fue la pérdida de más de un millón de votos capitalizados por el joven gobernador del Estado Miranda, hecho que hizo de ésta la elección más cerrada en los últimos 50 años de la historia de Venezuela.

Claramente el fracaso de Maduro en continuar la imagen de su “padre político” no se debe a sus pocos intentos de alcanzarlo. Una conversación con Chávez en la figura de un pajarito y más de 7.000 menciones de su nombre durante la campaña, marcan una cruzada por recrear la emoción y retórica que caracterizó la gestión del ex teniente coronel.

Lejos de esta retórica, este domingo 15 millones de votantes demostraron un nuevo pragmatismo. Pese al alza sostenida de los precios del petróleo, catorce años de chavismo dejaron a Venezuela con una de las tasas de homicidio más altas del mundo, la inflación más alta de la región, niveles insostenibles de gasto público, apagones y desabastecimiento.

Diversas encuestas revelan que los venezolanos tienen una postura más favorable hacia Estados Unidos y el capitalismo de mercado que sus vecinos de la región, un hecho que contradice a aquellos que interpretan el legado de Chávez como un producto natural de la cultura popular venezolana.

Los resultados del domingo demostraron que éste no es el caso. Ante las dificultades que los ciudadanos enfrentan día a día y el panorama desalentador que enfrenta el país, instrumentos como la propaganda, la coerción y el simbolismo no lograron mantener intacta la base de votantes del chavismo que, en su mejor época, alcanzo el 60 por ciento en las elecciones presidenciales.

La pregunta es entonces, a partir de su proclamación por el CNE, qué clase de presidente sería Nicolás Maduro. Para un país que atraviesa una grave crisis económica, un muro de 230 mil personas es difícil de sostener. En cualquier otra democracia, un margen tan delgado llevaría al ganador a reconocer el peso popular de sus opositores y a optar por una estrategia conciliadora, a fin de domar los niveles de polarización que colocan a Venezuela al borde de un conflicto civil.

Pero Venezuela no es una democracia común, y el PSUV no es un partido cualquiera, sino un conjunto de intereses que, hasta la fecha, se ha mantenido a flote por el carisma de Hugo Chávez y la tarea común de atacar a sus enemigos. En vista de esto, queda por verse si el partido de gobierno permitirá a Maduro gobernar desde el pragmatismo que los venezolanos parecen haber clamado este domingo. Sin embargo, no queda duda que el chavismo ya no es lo que solía ser.

*Christopher Sabatini es el director principal de política de AS/COA y editor en jefe de la revista estadounidense Americas Quarterly. Andreina Seijas es Asociada Editorial de Americas Quarterly.

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