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Viaje de Obama a México inaugura nueva fase en las relaciones

By Eric Farnsworth

Estados Unidos debe reconocer a México como un socio económico de importancia crucial para la construcción de la competitividad de Norteamérica, escribe Eric Farnsworth para Excelsior.

Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, llegue a la Ciudad de México mañana, vamos a tener la oportunidad de lanzar una nueva fase de la relación de la Unión Americana con México. Una relación basada en la confianza y respeto mutuos al igual que el claro reconocimiento de que México es un socio económico de importancia crucial, cuyo éxito impacta directamente en el nuestro.

Una relación que los observadores han definido, por algún tiempo, en términos de seguridad. Porque si bien es cierto que los problemas de seguridad que enfrenta México son reales, y que Estados Unidos debe estar consciente de su propia responsabilidad para ayudar a enfrentarlos, también es cierto que un elemento que muchos observadores pasan por alto ha sido el crecimiento de la economía de México y el papel significativo que este país juega en la construcción de la competitividad de Norteamérica.

Cuando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entró en vigor hace casi 20 años, la relación quedó principalmente definida a partir de los bienes que las dos naciones comerciábamos entre sí. Hoy la relación se define a partir de los bienes que producen entre sí junto con Canadá, su socio en el TLCAN. De manera creciente, la producción se extiende cada vez más a través de Norteamérica para incorporar plenamente las ventajas de cada nación en lo individual.

La innovación y los diseños que se realizan en Canadá pueden, por ejemplo, convertirse en bienes tangibles en México para luego ser terminados y distribuidos en Estados Unidos. Nuestro futuro económico está entrelazado porque cuando una economía tiene éxito, las otras también y porque la creación de empleos en un país conduce a la creación de empleos en los demás.

Al mismo tiempo, los esfuerzos para construir una Norteamérica más competitiva —a fin de contender con China y con otros estados con economías globales en ascenso— perdieron énfasis cuando otras prioridades eran más importantes. Sin embargo, ya no podemos darnos ese lujo. La elección de Enrique Peña Nieto y la reelección de Obama nos ofrecen la oportunidad de ajustar el enfoque de nuestra relación.

Esto es plenamente consistente con el mensaje que el entonces presidente electo Peña Nieto llevó a Washington el año pasado antes de su toma de posesión. Lo cual no significa que los problemas de seguridad pública hayan sido resueltos. De hecho, los planes económicos de México dependen en parte del éxito en la lucha contra el crimen y las actividades ilegales debido a que el crecimiento económico y la creación de empleos requieren de inversiones que generalmente buscan estabilidad y le temen a la inseguridad.

Ambos presidentes y sus respectivos asesores seguramente estarán discutiendo en privado sobre la cooperación en el ámbito de la seguridad, sobre todo debido a que el actual gobierno de Peña Nieto está haciendo un balance sobre la intensidad y énfasis de la cooperación existente en el momento actual.

Estados Unidos puede brindar ayuda adicional a los esfuerzos de México haciendo otro intento de cortar de cuajo el flujo de armas ilegales al mismo tiempo que concluye una amplia reforma migratoria en el corto plazo.

Los presidentes también van a discutir sobre temas de educación y de innovación cuando se reúnan debido a que son factores claves de éxito en la economía global y también van a discutir sobre las vías para lograr que la frontera funcione mejor. Después de todo, una frontera que está diseñada para obstaculizar los cruces es, en términos generales, una barrera que impide, en vez de estimular, el comercio y los intercambios.

Además, una Norteamérica competitiva requiere fronteras que no obstaculicen el comercio y que sirvan para inducir —en vez de desincentivar— la inversión y la coproducción transfronterizos. Con todo esto en mente, un enfoque que priorice la infraestructura fronteriza sería una genuina contribución a la agenda bilateral.

Finalmente, los dos presidentes tendrán la oportunidad de presentar a un Estados Unidos y a un México unidos en la búsqueda de metas internacionales comunes que incluyan la exitosa conclusión de las negociaciones para el comercio Transpacífico y, con un poco de suerte, una agenda comercial similar con Europa.

En el ámbito político, también sería una fuerte declaración en apoyo de la democracia y de los derechos humanos a lo largo del hemisferio. Sobre todo debido a la creciente incertidumbre en Venezuela tras las elecciones del 14 de abril y a la creciente credibilidad de México y de su liderazgo con transiciones de índole democrático y de gobernanza.

La agenda es amplia. Con trabajo intenso y con un poco de suerte, el viaje de Obama será una excelente oportunidad para concretar algo.

*Eric Farnsworth es vicepresidente del Consejo de las Américas.

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